Papantla | 2020-06-22 | José Martín
Bajo la sombra de un frondoso árbol la pequeña Evelyn se mece en un columpio improvisado con una llanta de vehículo. Sus otros dos hermanos y su mamá permanecen sentados sobre los restos de los escalones que conducían hacia su casa que fue “tragado” por la tierra en la comunidad Francisco Villa.
El reloj marcaba las 16:37 horas de la tarde pero los rayos del sol aún quemaban la piel. La niña, de siete años de edad, se divertía jugando detrás de los baños que también se hundieron por presuntas fallas geológicas del suelo donde se encontraban construidas sus viviendas.
Mientras se columpiaba de un lado a otro, su abuela Rufina Cortés Hernández narraba que el hogar de sus nietos fue absorbido paulatinamente por la tierra hasta desaparecerlo por completo durante las lluvias, y ahora los siete integrantes de la familia viven amontonados en dos cuartos que también están por colapsar por las enormes grietas que atraviesan las paredes y los cimientos.
Lo que un día fue el dormitorio, hoy sólo quedan tramos de pared de ladrillos, el piso se despedazó y casi en su totalidad quedó inclinada hacia el vacío. Enormes grietas cruzan de un extremo a otro. Su patrimonio quedó entre escombros, arruinado por completo.
Después de mostrar las afectaciones que tiene su domicilio, la señora Rufina Cortés se dirigió hacia su cocina. Cabizbaja, contó que los deslaves de tierra derrumbaron las bases de concreto que cargaban el peso de las maderas y las láminas. Hasta uno de los castillos permanece en el voladero, solo se sostiene colgando de las varillas retorcidas que brotan de una de las paredes agrietadas.
También contó que las rachas de viento del último frente frío terminaron de arrancar las láminas que cubrían, del sol o las lluvias, un bracero y el mueble donde guardaba sus utensilios de cocina. Ahora el techo está por caerse, pero la familia no tiene dinero para reparar las afectaciones y evitar alguna tragedia.
Comprar una casa, el sueño de Evelyn
Este viernes 20 de junio, la niña aprovechó la tarde para jugar y divertirse porque un día antes, el jueves, desde muy temprano se fue a trabajar junto con sus papás y abuelos para ganarse “un dinero” y poder ayudar a su familia.
La plática donde mencionaban su nombre llamó su atención y enseguida tomó un asiento de madera para acomodarse al lado de su abuela Rufina Cortés, pegada a la puerta de uno de los cuartos que queda en pie.
Sonriente, Evelyn escuchaba su nombre porque contaban que durante la jornada laboral logró llenar tres rejas de limones. Aquel día se ganó 45 pesos, pero no le habían pagado porque el dueño de la parcela de cítricos acordó que les remuneraría hasta el sábado 21 de junio.
Muy orgullosa, Rufina Cortés contó que su nieta de siete años de edad decidió que mientras no tenga clases en la escuela ayudaría a sus padres para ganar dinero y poder comprar una casa nueva donde estén seguros y sin miedo de morir aplastados como actualmente viven, una casa de ladrillos sin revocar, techado de láminas, sobre la calle Miguel Hidalgo de la localidad Francisco Villa.
Pero en esa zona rural no hay empleos formales, ni bien pagados. Sus papás y abuelos solo les dan trabajos temporales en el corte de limón, chapeo de terrenos, siembra y cosecha de maíz, así como de frijol, chile y otros productos de campo. Pero hay días en que no hay trabajo.
Mientras describían la forma de ser de la niña, ella, portando un vestido floreado, rosa con blanco, sobre sus piernas sostenía a sus dos gatos cachorros, grises con blanco, a quienes acariciaba tiernamente y los presentó como “Kion” y “Rey León”, de apenas un mes de edad.
La pequeña confesó que quiere mucho a sus gatitos y que los protegerá porque cuando se derrumbó su casa y la de su abuela, hace tres años aproximadamente, sus perritos, pollos y hasta unos patitos quedaron aplastados por los escombros, las maderas y láminas.
“No pudimos salvarlos. Murieron mis animalitos”, exclamó Evelyn mientras acariciaba a sus felinos, y repentinamente la conversación fue interrumpida por su abuelo José Cortés Jiménez quien mientras abría un portón improvisado con una lámina oxidada, ingresaba al domicilio después de una larga jornada de trabajo en el campo.
Enseguida, su esposa Rufina Cortés se paró del asiento para ofrecerle un vaso con agua que le ayudaría a calmar la sed y a refrescarse bajo el techo que está a punto a caer, rodeado de paredes cuarteadas.
Petróleo, la desgracia de las familias
Durante algún tiempo, autoridades de Pemex trataron de convencer a las familias que los hundimientos y deslaves de la tierra eran por causas naturales, fallas geológicas, que ocurrían en esa zona, sin embargo, los damnificados reprochan que a pesar de que sabían que existía ese problema, los trabajadores petroleros continuaron con las perforaciones para extraer el petróleo.
A escasos cuatro domicilios más de la familia Cortés Hernández, el ex agente municipal de la localidad Francisco Villa, Melitón Arévalo, también con daños visibles en su propiedad, declaró que los hundimientos del suelo comenzaron hace más de 20 años, desde que una compañía contratada por Petróleos Mexicanos (Pemex), realizó implosiones subterráneas para extraer crudo a escasos 200 metros de las viviendas.
En aquel tiempo – narró – la empresa, al que sólo recordó llamarse PGS, perforó el terreno y desde entonces no cesó el hundimiento del suelo que no sólo perjudicó a esa comunidad, pues el desgajamiento terrestre se extendió a la localidad Arroyo del Arco. En total son 35 familias las perjudicadas.
“Cuando empezaron a perforar, las empresas que le trabajan a Pemex, hicieron implosiones y eso fue lo que originó que la tierra se hundiera porque de hecho el suelo no se había hundido. El motivo fue ese, cuando hicieron las implosiones varias viviendas resultaron afectadas”, expresó el señor Melitón Arévalo mientras mostraba los árboles que han sido “arrastrados” a varios metros de donde nacieron, al mismo tiempo mostraba las grietas que se formaron en sus puertas, ventanas, paredes y el piso que conforman su hogar.
Ante los daños y constantes reclamos por parte de los afectados, el Ayuntamiento intervino y les prometió reubicarlos en otro sector poblacional de Papantla para salvaguardar la vida de las personas que quedaron en las ruinas por culpa de las empresas petroleras.
Fue en la administración del ex alcalde perredista, Marcos Romero Sánchez, tío del actual presidente municipal, Mariano Romero González, cuando a las 36 familias les ofrecieron un predio en la colonia Azteca para que comenzaran a construir sus chozas y se mudaran lo más pronto posible. Algunos pobladores poseen copias de los dictámenes emitidos por la Unidad Municipal de Protección Civil de Papantla, donde les advierten que el terreno es una zona de riesgo por los constantes hundimientos.
Entre los párrafos de los documentos, especifican que posterior a los estudios de sísmica realizados en el lugar, Pemex a cambio les apoyo con la construcción de baños y cocinas, de los cuales, actualmente en su mayoría han colapsado hacia el barranco. El oficio tiene como respaldo las firmas de Joaquín Pulido Ruiz, como titular del Centro Municipal de Prevención de Desastres (Cemupred) –Papantla, expedidos el pasado 21 de mayo del 2014.
Sin embargo, el ex agente municipal de Francisco Villa indicó que el gobierno de ese entonces, jamás les entregó algún documento que avalara como posesionarios o dueños de los lotes que les asignaron, por lo que para evitar más conflictos, algunos optaron con abandonar sus casas, otros rentan cuartos en la cabecera municipal o viven con familiares, y unos más permanecen en sus domicilios cuarteados.
La molestia también se originó entre los damnificados debido a que las autoridades locales y de Pemex debieron ofrecerles casas nuevas o más formales, ya que quienes deseaban mudarse a La Azteca tenían que construir sus cuartos y con recursos propios.
“Los terrenos ya están, pero no nos resolvieron el tema de los papeles. Nosotros no debemos ir a meternos así, como sea, sin el respaldo del gobierno porque entonces nos meteremos en más problemas”, reprochó el señor Melitón Arévalo quien lamentó que, bajo promesas, así los han traído desde hace dos décadas, principalmente a los vecinos de las calles Miguel Hidalgo y Venustiano Carranza; una de las áreas más afectadas por los hundimientos.
Actualmente en la comunidad Francisco Villa operan varios pozos petroleros con el nombre de Alemán 1739, 1679 y 1895, así como Furbero 1617, a cargo de la compañía Weatherford.