Papantla | 2022-07-12
Un intenso olor a petróleo llena los pulmones cada vez que el viento sopla. Desde la copa de los cerros se observa una imponente mancha negra cubriendo decenas de árboles, cultivos y terrenos. Una devastación impresionante.
Así, con estas palabras, describen los habitantes de la comunidad Adolfo Ruiz Cortines de Papantla una fuga de petróleo ocurrida el 2 de julio en el pozo número 223, ubicado en el campo Santa Águeda.
A lo lejos, dentro de la zona renegrida, se escuchan maquinarias encendidas y se aprecia una torre de perforación fijada con tiras de acero en sus extremos. A un costado, entre los árboles, se observa una enorme grúa de color amarillo rodeado de unas pipas de la compañía Titsa, que entran y salen del pozo para descargar miles de litros de crudo.
Son visibles unas siluetas de color blanco, unos cascos y equipos de protección que portan los obreros encargados de las maniobras para recuperar el crudo que se esparció en los alrededores, arrasando con todo a su paso.
Camiones, tubos, fierros y hasta tanques de almacenamiento siguen completamente cubiertos de hidrocarburo; las hojas están devastadas. El olor es intenso, una bocanada que irrita la garganta y los ojos de quienes están a más de un kilómetro.
Mientras una cuadrilla de trabajadores labora en el pozo, otros se encargan de encauzar los escurrimientos de crudo que bajan del cerro hacia una presa que construyeron en la parte baja, entre los platanales, para contener los residuos que aún despide el yacimiento 223.
La fuga ya está controlada, pero aún prevalece una pestilencia a petróleo a varios metros a la redonda.
Hace como 20 días, entre brechas y terracerías que conducen a la localidad también conocida como "El Aguacate", llegaron camiones y maquinaria pesada adentrándose entre sembradíos, terrenos y cerros enverdecidos de árboles gigantes.
Desde las fondas las mujeres escucharon hablar a los petroleros y trabajadores sobre un nuevo pozo para aumentar la producción que ya tenían con los otros yacimientos en los alrededores.
Casi un mes después ocurrió la desgracia. A 10 días de la fuga, los habitantes de la localidad viven en la incertidumbre por el daño ecológico y la devastación en sus cultivos.
El agente municipal de la comunidad Adolfo Ruiz Cortines, Tomás Moreno San Martín, declaró que el derrame devastó cerca de 25 hectáreas, entre huertos, naranja, maíz, plátanos, potreros y manantiales.
En total son 26 campesinos afectados, aunque desconocen el total de las pérdidas. Están esperanzados a que Pemex los indemnice.
En las partes bajas otras familias permanecen sin agua debido a que el aceite escurrió a través del arroyo que les suministraba el líquido, así como de unos manantiales en las faldas del cerro.
Hasta el momento la comunidad calcula que el crudo contaminó tres pozos artesianos, el arroyo y un manantial.
El problema se agravó durante los últimos días debido a que el hidrocarburo se extendió hacia las localidades de Poza Verde, Carrizal, Puente de Piedra, Rancho Playa y algunas rancherías que se localizan rumbo a la costa papanteca.
Apenas este 11 de julio, los encargados de Pemex dialogaron con los pobladores de El Aguacate, comprometiéndose a apoyar y limpiar la zona devastada; hasta este martes los afectados no tenían agua; “esa agua era virgen y ahorita está contaminada y ellos ahora carecen de agua, no les han traído nada”, reprochó el agente municipal.
La fuga de petróleo ocurrida el 2 de julio se convirtió en la tercera ocasión en que los habitantes de Adolfo Ruiz Cortines sufrieron un desastre similar.
El hecho más reciente ocurrió hace 20 años; en aquella ocasión, las autoridades evacuaron a las familias de la zona rural.
El señor Tomás Moreno San Martín recordó que fue en 1975 cuando ocurrió una catástrofe provocada por Pemex; en aquella ocasión, se confirmó el fallecimiento de varias personas.
Extraoficialmente les informaron de la muerte de 12 personas que se encontraban dentro y cerca del pozo número 10 del campo Santa Águeda.
También hubo pérdidas en cultivos, daños en arroyos, pozos artesianos y manantiales. A pesar de las afectaciones, los vecinos jamás recibieron una indemnización.