Una cita en el diván

Coatzacoalcos | 2021-12-31 | Gabriel Athié

 

Ilustración: Aranza Aguirre

Tic, tac, tic, tac…

El caminar de las manecillas de un reloj de péndulo, ubicado a un lado del librero, junto con el chirrido que hacen las aspas del ventilador de techocada vez que da vuelta son los únicos sonidos audibles del lugar. Sin ellos la habitación se encontraría en silencio; un silencio sepulcral con la capacidad de contarte las historias de todos los que han estado acostados en este diván, tan pesado que apenas entras da la sensaciónde que el lugar tiene su propia fuerza de gravedad.

- Ya pasaron 20 minutos, ¿quiere contarme lo que sucedió ese día o de una vez pasa a retirarse?

La psicoanalista se le queda viendo fijamente. Él suspira.

- Ese día me levanté, bajé a la cocina para desayunar un poco de cereal y al abrir la puerta del refrigerador me di cuenta de que se había terminado la leche…

La doctora cruza la pierna, abre su libreta y comienza a hacer anotaciones.

- Le grite a mi mamá que iría al super a comprar más junto con otras cosas que nos hacían falta

- ¿Cómo qué otras cosas?

- No sé, ¿eso importa?

- Sí, necesito que sea lo más detallado posible.

Él cierra los puños con fuerza

- Continúe con la historia por favor – le apremia la doctora.

- Tomé las llaves de mi auto y me fui. A las dos cuadras me encontré con un amigo, él venia caminando por la acera así que me orillé y me detuve unos minutos platicando. De ahí llegué al supermercado compré huevos, jamón, pan, leche y una caja grande de Choco zucaritas.

- ¿Choco zucaritas?

- Sí, las que tienen malvaviscos de colores, son mis favoritas.

La doctora asiente con la cabeza y escribe en su cuaderno

- Al regresar a casa veo que mi mamá está sobre el balcón. No había nadie más, sólo ella, de pie en el barandal con su bata de dormir y las manos en su rostro, estaba llorando. ¡Apagué el carro sin importar que estuviera a media calle y corrí hacia ella! ¡Mamá! ¡Mamá no!

Lagrimas salen de sus ojos y caen sobre el diván

- ¡Le juro que corrí lo más rápido que pude! ¡Subí las escaleras de dos en dos!... pero llegué tarde mi madre saltó de su balcón.En ese momento no fue capaz de asomarme, no quería verla estampada sobre el cemento. Estaba en shock, sentía que me iba a desvanecer en cualquier momento, así que me senté a la orilla de la cama.

Silencio.

El abre los ojos y con lágrimas acidas mojando su rostro voltea a ver a la doctora.

-Escuché un rechinido. Giré la cabeza y vi que la puerta estaba abierta,me refiero a la del closet. Esa puerta no servía, no se podía mantener cerrada, ella la atoraba con un banquito que usaba para cuando quería bajar cosas de los cajones más altos. Me le quedé viendo y noté de que el banquito no estaba. Me pareció raro, así que caminé hasta el closet y lo reconocí de espaldas. Era él.

El reloj empezó a sonar. La doctora cerró su cuaderno, se levantó y caminó hacia la puerta.

- Se acabo la sesión. Lo veo mañana.

Gira la perilla y deja pasar a dos guardias que van directo hacia él.

- Nos vemos mañana – Le dice a la doctora al pasar frente a ella.

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