Veracruz | 2020-07-03 | Marco Antonio Medina Pérez
Esta columna podría comenzar donde concluyó la anterior entrega: “Poco a poco el presidente avanza para que México no siga siendo más una tierra de conquista.” En efecto, en esta ocasión, esta colaboración referida al segundo aniversario del triunfo de Andrés Manuel López Obrador el 1º. de julio de 2018, destaca un punto de lo más relevante a dos años de distancia: el nuevo gobierno ha logrado descolocar a México como una tierra de conquista para los intereses extranjeros como para los nacionales coludidos.
El 1º de julio de hace dos años el pueblo de México decidió cerrar de forma contundente un capítulo de su historia y comenzar uno nuevo. Ya lo había hecho en 2006, pero un fraude fraguado desde la presidencia foxista obstaculizó que ese cambio se diera. Y la falta de contundencia favoreció la estafa electoral. En 2018 el pueblo actuó de forma clara y categórica. Fueron 30 millones de votos, el 53% de los votos válidos, acompañado de una mayoría fuerte en el Congreso, los que llevaron a la presidencia a Andrés Manuel.
Con ese respaldo, AMLO ha podido llevar a cabo una reforma a fondo, remover los cimientos del antiguo régimen y poner nuevas bases para el desarrollo nacional.
Desde los tiempos de la campaña de 2006 se establecieron los principios de un nuevo proyecto de Nación. El lema “Por el bien de todos, primero los pobres” marcaría no sólo una bandera de lucha sino toda una concepción del nuevo quehacer político propuesto al pueblo y guiaría la estrategia que finalmente triunfó en 2018.
Remachar una y otra vez los contenidos de ese proyecto de nación fue una labor política educativa titánica que sólo el empeño y la persistencia de un hombre como López Obrador podía llevar a cabo.
Pero esa labor continúa. No hay momento en que haya parado AMLO de exponer lo crudo de la realidad nacional y proponer a cada paso la transformación que se necesita. La exposición pública de los problemas nacionales no sólo era necesaria para ganar las elecciones presidenciales sino también lo es para instaurar un nuevo régimen y convencer al pueblo de México de la conveniencia de avanzar en este rumbo. A eso se ha dedicado López Obrador en estos dos años. Y ha tenido logros importantes. El principal de ellos es evitar que México siga siendo una tierra de conquista.
El saqueo permanente del erario y de los recursos públicos a cargo de huachicoleros, de la alta burocracia, de las empresas “factureras”, de los evasores fiscales, de partidos políticos, de órganos autónomos, de jueces venales, de farmacéuticas…; el atraco de multinacionales sobre los recursos naturales de la Nación, así como los contratos ventajosos que lograban a costa de la CFE y PEMEX; todo ello paró o comenzó a frenarse con la llegada del nuevo gobierno. Un nuevo paradigma se instaló en la administración pública y se comenzaron a delinear los parámetros de un nuevo régimen.
Hace 2 años se alcanzó el triunfo en las urnas, pero apenas se lleva un año y siete meses de ejercicio gubernamental. Lo logrado por el nuevo gobierno, en medio de un sinfín de dificultades y últimamente enfrentado a la pandemia por el COVID-19, es sin duda enorme, pero todavía insuficiente para dejar plenamente fundado el régimen de la Cuarta Transformación. Hay indicios de la aceptación mayoritaria de los ciudadanos por este rumbo, proporcional a la reacción de los intereses que han sido afectados por AMLO. Pero la instauración plena del régimen de la 4T dependerá de los resultados de los comicios del año venidero. Ahí está la próxima batalla.
marco.a.medinaperez@gmail.com