Nena de la Reguera (II)

Veracruz | 2021-02-23 | Arturo Reyes Isidoro

Hay un detalle poco conocido de Nena de la Reguera, en su faceta de asesora de imagen: en sus inicios, como aspirante a la gubernatura, asesoró a Cuitláhuac García Jiménez. Y le vaticinó que sería gobernador. Su predicción se cumplió.

Pero su relación no se limita a él. La tiene también con la secretaria de Energía, Rocío Nahle, quien la buscó cuando supo la popularidad que tiene y la empezó a animar para que aceptara ser candidata de Morena a un cargo de representación popular.

Más arriba de ellos, se siente distinguida por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Cuando se conocieron (los presentó Rocío Nahle, en el puerto), él aprovechó para preguntarle si le sonaba el nombre de Pino Suárez. Ella se sorprendió. Él le dijo que investigara.

No se quedó con la duda. Le platicó el detalle a su hermano. Él le preguntó entonces si no sabía que el abuelo de ambos había sido el secretario particular de don José María Pino Suárez. “¡El presidente estaba más enterado que yo!”.

Ella guarda como una reliquia la invitación personal que recibió para que estuviera en la toma de posesión del hoy primer mandatario de la nación. Y no contuvo el llanto (me confesó), cuando su hija, la actriz Ana de la Reguera, le platicó que había ido a ver a AMLO y que cuando entró lo primero que le preguntó fue cómo está tu mamá.

Pero con políticos distinguidos de Veracruz también mantiene relación, según me platica: lo mismo con Fidel Herrera Beltrán que con Dante Delgado y con Miguel Ángel Yunes Linares, a quien recuerda a los 14 años en la escuela, “peleonero a morir, con su cara brava”.

A Javier Duarte (“Javiercito”) lo conoció por su mamá Cecilia, su compañera de ballet, pero recuerda una anécdota de Dante. El hoy senador era novio de Señorita Córdoba y ella, Nena, era Señorita Veracruz. Ahí se conocieron. Luego el exgobernador rompió con su miss y empezó a rondar la casa de ella. “La verdad, nunca me gustó. Era muy feo”, me dice y suelta la risa, porque ahora llevan buena relación.

Un personaje, pues, ella, que antes la única incursión en política fue cuando fue suplente de Mary Carmen Salvatori, entonces candidata a la alcaldía de Boca del Río en 2003, cuando no ganaron.

Qué duda cabe, es una mujer muy segura de sí, a quien el éxito sonríe, además porque sus dos hijas, Alicia es directora de cine y Ana actriz, pero jamás habla de ellas para presumir. A Ana solo la citó para referirme la anécdota de la visita al presidente. No se cuelga, pues, de famas que no son suyas, porque, además, ella tiene la suya propia.

Hoy es una mujer que triunfó en la vida, que vive a plenitud, feliz de su matrimonio con Carlos Maroño Acosta, una influencer que no tiene empacho en contarme que tenía 53,000 seguidores en Instagram, pero que, en 15 días, la abandonaron 800 porque no les gustó que aceptara ser candidata de Morena a la alcaldía de Boca del Río. Se ríe cuando me dice que le reclaman y ella les responde.

Por el lado contrario, otros la señalan que es fifí. “Sí, soy fifí porque toda la vida he trabajado, no he mamado nunca del gobierno”.

Cuando le pregunto si puedo publicar todo lo que me ha dicho, me dice que sí. “Mi vida es un libro abierto”.

Juan Manuel de Unanue Abascal tiene una competidora de lujo, privilegio que pocos se pueden dar.

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