Veracruz - Boca del Río | 2023-08-26
…Y el mundo cambió para siempre
Bueno, pues ahora sí. Después de que en el primer intento de escribir de Los innovadores de Walter Isaacson mi pluma divagó en historias andariegas, les platico de los grandes genios a los que les debemos el que hoy en día podamos aprovechar y participar de la magia de las computadoras, del internet y el universo de información que en él orbita.
Todo comienza con una condesa, Ada Lovelace, quien en la década de 1840 fue la primera visionaria de lo que hoy conocemos como computadora, reconocida como la primera programadora informática del mundo y que contribuyó a plantar la semilla de la era digital que florecería cien años después. Un suceso muy importante para la humanidad es cuando los visionarios encuentran a su pareja de innovación ya que esa fórmula es la que hace posible que los inventos se materialicen, generalmente se trata de un genio creativo acompañado de un ingeniero capaz de convertir las ideas en hechos. En el caso de Ada, fue otro visionario, Charles Babbage quien, en 1843, tuvo la idea de crear un computador universal capaz de realizar toda una serie de operaciones. La maquina analítica era el producto de lo que Ada había llamado “la facultad combinatoria” en su ensayo sobre la imaginación.
La innovación es la acumulación de cientos de pequeños avances motivo por el cual los científicos saben que cualquier invento, hasta el más ínfimo, puede terminar convirtiéndose en la pieza de algo mucho más grande que termine cambiando al mundo tal como sucedió con el computador. La guerra moviliza a la ciencia, incluso Leonardo da Vinci trabajó como ingeniero militar. La computadora, la energía atómica, el radar, el internet se fraguaron en el ejército y fue en 1938, en plena Segunda Guerra Mundial, que el inglés Alan Turing terminó encarnando el sueño de Babbage y Ada al crear la “máquina de Turing” con el objetivo de descifrar los códigos secretos de los submarinos alemanes. Turing, candidato a doctor a los 24 años, se trasladó a la universidad de Princeton en Estados Unidos recinto que también albergaba a Einstein, Gödel y el húngaro, físico y matemático, John von Neumann quien construiría el primer computador electromecánico analógico del mundo.
A la lista de los creadores del computador se siguieron sumando nombres. J. Presper Eckert y John Mauchly quienes diseñaron el ENIAC y a quien Isaacson, ante la pregunta: “entonces ¿quién inventó el ordenador’” coloca a Mauchly y a Eckert en primera fila, atribuyendo también gran parte del mérito a Turing.
Para el siguiente gran avance, la programación, aparecen mujeres como Jean Jennings Bartik y Grace Hooper, –esta última doctora en matemáticas en Yale, quien redactó lo que terminaría siendo el primer manual de software de la historia–.
El transistor fue para la era digital lo que la máquina de vapor había sido para la revolución industrial y se convierte en el verdadero nacimiento de la era digital, en el año de 1947. De hecho, el transistor es uno de los grandes inventos del siglo XX. Sus creadores fueron un hábil experimentador, Walter Brattain, un teórico cuántico, John Bardeen y el físico William Shockley quienes obtuvieron el premio Nobel en 1956.
Los grandes inventos no solo requieren de la suma de talentos de los genios, sino de la simbiosis con lo que esté sucediendo en ese preciso momento en el mundo. El ejemplo del radio de bolsillo es hermoso. Pat Haggerty, vicepresidente ejecutivo de Texas instrument, quien, al igual que Steve Jobs, también era capaz de proyectar a su alrededor un campo de distorsión de la realidad que utilizaba para incitar a la gente a conseguir cosas que creían imposibles, se le ocurrió la idea de hacer un pequeño radio de bolsillo convirtiéndolo en uno de los productos más populares de la historia, lo llamó Regency. La afortunada relación simbiótica de la radio de transistores se dio con la irrupción del rock and roll. La primera grabación comercial de Elvis Presley salió a la venta al mismo tiempo que la radio Regency. Había nacido un cambio de percepción de la tecnología electrónica en los jóvenes, ese pequeño aparato era capaz de potencializar su individualidad, su libertad y hasta su espíritu rebelde.
Otro gran invento merecedor del premio Nobel fue el microchip de Jack Kilby, con lo que dio comienzo a una nueva era de la electrónica. De manera simultánea Fairchild Noyce había encontrado también la manera de hacerlo. Es una gran historia de esas que pocas veces se ven; dos personas de bien que, fuera de las envidias, egos y guerras comunes de patentes, siempre reconocieron las aportaciones del otro. El primer gran mercado del microchip fue el militar; el siguiente gran impulsor fue el programa espacial ya que, en mayo de 1961, Kennedy acaba de comprometer a su nación de pisar la luna en esa misma década.
Por cierto, Noyce junto a Grove, doctor en ingeniería química de Berkeley, y Moore, creador de la Ley de Moore, los tres directores de Intel, fueron los que impregnarían la cultura de Silicon Valley. Poco después, gracias a Ted Hoft, decimosegundo empleado de Intel, se creó el microprocesador que hizo posible la fabricación de ordenadores más pequeños, personales, que los podías colocar sobre el escritorio y en casa.
Internet lo creó una alianza formada por el ejército, la universidad y la empresa privada. El doctor en ingeniería eléctrica por el MIT y Harvard, Vannevar Bush, fue el principal responsable de fraguar esa asociación. Como les comentaba en el primer “Andares” de esta serie, algunos nombres de esta historia se mezclan con los desarrolladores del Proyecto Manhattan, en el caso de Bush fue el responsable de supervisar la construcción de la bomba atómica. Doctorado en psicoacústica, a J. C. R. Licklider se le conoce como el padre del internet ya que es el precursor de dos conceptos: las redes descentralizadas que permiten la distribución de la información y las interfaces que favorecían la interacción hombre-máquina en tiempo real.
En 1966 se crean los “routers”. En 1968 Douglas Engelbart y Bill English crean el Mouse. En 1970 Bob Metcalfe inventa “Ethernet”. A comienzos de la década de los setenta, hacen su aparición los videojuegos con Atari a la cabeza. Vint Cerf, quien anteriormente trabajó para la empresa que fabricó los motores del programa espacial Apolo, diseña el protocolo de internet “IP” y el protocolo de transmisión de internet “TPC” con lo cual había nacido internet. Aunque la creación de internet fue a mediados de la década de 1970, no fue hasta principio de los noventa cuando los usuarios domésticos corrientes tuvieron acceso. Alan Key, el famoso doctor que acuñó la frase “la mejor manera de predecir el futuro es inventándolo”, le debemos los ordenadores personales, como lo soñó: “del tamaño de un cuaderno, con pantalla plana, teclado, de un kilogramo de peso y con suficiente potencia, ¿les suena? Seguimos hablando de 1970.
En 1975 Paul Allen y Bill Gates diseñan el software para los ordenadores personales la cual fue calificada por el mismo Gates como “la idea más importante que he tenido en toda mi vida”. Claro hablar de Gates, de Jobs y muchos otros personajes de nuestra historia reciente, ameritan cada uno un libro, ¿les parece bien si dejamos esa parte de la historia para una tercera entrega de este Andares? Hasta muy pronto.