Veracruz | 2021-01-11 | Fernando Vázquez Rigada
Salvo excepciones contadas, llamadas cisnes negros, las tragedias de los países se van tejiendo.
No son golpes repentinos: son dilatados procesos.
La decadencia de Roma venía de lejos. El derrumbe del imperio español de ultramar se había predicho. Era claro que la Segunda Guerra Mundial terminaría con los imperios francés e inglés. Se sabía, también, que Estados Unidos terminaría desgarrado por la presidencia de Trump.
Lo mismo ocurre en México.
La polarización responde a una lógica, perversa y mezquina, de carácter electoral. Utiliza a los tontos útiles para sus fines: permanecer en el poder a cualquier costo.
La destrucción de un país -de sus instituciones, de su concordia, de su estado de derecho, de sus redes de protección social- lleva tiempo. La encabeza siempre un líder.
Pero no está solo. Nunca.
Las renuncias de un grupo de secretarios de Trump no les exime de su complicidad durante 4 años de locura y ocurrencias.
No: el líder nunca está solo. Le rodean un grupo de fanáticos, indignos, que o creen en sus delirios o callan. Da igual.
Hitler no se explica sin su entorno. Ni Stalin, Castro o Chávez. Tampoco Trujillo, Pinochet o Trump.
El gabinete de AMLO es tan responsable como él del desastre humanitario que el país sufre. Una economía que perdió 2 billones y medio de pesos en un año; 11 millones de nuevos pobres; un millón de negocios familiares quebrados; 133 mil muertos reconocidos y más de millón y medio de enfermos; 80 mil ejecutados.
Tal es el peso brutal de una pandemia precisa: incompetencia.
Eso se explica por López Obrador pero también por las Sandoval, las Nahle, los Bartlett, los Gatell o los Noroña; los Cuitláhuacs, Cuauhtémocs o Barbosas que le rodean y le siguen complacientes.
Morena es un conjunto de personas que, o no tienen preparación, u objetividad o dignidad.
Hay personas en altos cargos claramente ignorantes. Hay fanáticos. Pero hay también serviles.
Los tres tasan igual. Su responsabilidad en esta quiebra nacional será idéntica a la del presidente.
Cuando reviente el país, que ocurrirá, no podrán renunciar. La responsabilidad ante la historia no es renunciable.
Permanecer en la cabina de mando del desastre, bajo cualquier circunstancia, les inculpa.
Desde Nuremberg, se sentó el precedente de que la obediencia no exime la responsabilidad.
Los que hoy guardan silencio o aclaman serán tan responsables como el presidente del desastre mayúsculo que vendrá.
No se hagan ilusiones: no serán absueltos. Ni olvidados.
@fvazquezrig