Veracruz | 2020-04-11 | Catón
¿De dónde sacaste ese collar de perlas?” -le preguntó Dulcibella a su amiga Blancaflor. Respondió ella: “Me lo regaló el joyero”. “¿Cómo?” -se sorprendió la amiga.
“Sí -confirmó Dulcibella-. Le comenté que me parecía muy caro y me dijo que me quedara con él. Me quedé con él y me lo regaló”.
Babalucas y su esposa se aburrían en el encierro causado por el coronavirus. Preguntó la señora: “¿Qué hacemos?”. Propuso Babalucas: “Pensemos”.
“No -replicó la señora-. Hagamos algo que tú también puedas hacer”.
Dos monjitas, sor Bette y sor Dina, fueron de misiones a lo más profundo de la selva. Tan pronto llegaron cayeron en manos de los caníbales. Se salvaron porque uno de ellos dijo: “Éstas no son comestibles. Saben a madre”...
Los reporteros sorprendieron a la vedette de moda, Bustilia Grandnalguier, cuando salía del departamento de un productor de cine.
De inmediato la atosigaron con preguntas: “¿Es tu novio? ¿Se van a casar?.”. “¡Caramba! -se enojó Bustilia-. ¡No puedo acostarme con un hombre sin que la gente piense que hay algo entre nosotros!’”.
El padre Arsilio les preguntó a los niños del catecismo: “¿Cuál es la primera condición para obtener el perdón de nuestros pecados?”. Aventuró Pepito: “¿Tener pecados?”.
Simpliciano fue a buscar a su novia. Le preguntó a la mamá de la muchacha: “¿Está Pirulina?”. “No -le informó la señora-. Date una vuelta a ver si regresa”.
Simpliciano giró sobre sus talones y preguntó otra vez: “¿Ya regresó Pirulina?”.
Las doscientas odaliscas del harén lloraban desconsoladamente. Les preguntó el eunuco: “¿Por qué lloran?”. Respondió una de ellas entre lágrimas: “¡El sultán nos está engañando con otro harén!”.
¡Qué hermoso país es el nuestro, y qué poco y mal lo conocemos! Mis cuatro lectores no me lo creerán, pero sé de personas que han ido a Australia como turistas, pero nunca han estado en Oaxaca o Yucatán.
Hay quienes han viajado dos o tres veces a París e ignoran las bellezas que guarda el Centro Histórico de la Ciudad de México. Otros se han deleitado con los encantos de la India o de Japón, pero no han disfrutado las hermosuras de Zacatecas, Puebla o Veracruz.
Somos dueños de inefables maravillas y no las apreciamos ni las sabemos valorar. Nuestro paisaje, nuestra arqueología, la arquitectura colonial, nuestra cocina, el rico tesoro de la artesanía mexicana, todo eso es una serie de maravillas que deberíamos gozar.
Decían los antiguos que nadie puede amar aquello que no conoce. ¿Cómo podemos amar a nuestro país si lo miramos con indiferencia, si no lo recorremos como quien recorre la casa en que nació? Para amar con mejor amor a México conozcámoslo mejor. Muchos goces y gozos aguardan al viajero que tome los caminos de este hermoso país en que vivimos...
Ya conocemos a don Chinguetas, es un marido casquivano. Un sabio refrán dice que “El león cree que todos son de su condición”. Así, don Chinguetas receló que su esposa le ponía el cuerno. Contrató a un detective privado para que la siguiera. Un par de días después el investigador le dio el informe: “Seguí a su esposa ayer. Primero fue a una cantina de mala muerte y después a un motel en las afueras de la ciudad”. “¡Lo que me sospechaba! -exclamó don Chinguetas-. ¿Qué hacía mi mujer en esos lugares?”. Replicó el detective: “Lo estaba siguiendo a usted”.
Aquel psiquiatra era tan pobre que en vez de tener diván tenía sleeping bag...
Rosibel salió con su novio en el automóvil del muchacho. Con ellos iría una pareja amiga de ambos. Los invitados ocuparon su sitio en el asiento trasero. Al ver eso exclamó Rosibel muy sorprendida: “¡Mira! ¡También para eso sirve el asiento de atrás! ¡Para llevar personas!”. FIN.
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRE
Este cuento lo oí en Potrero de Ábrego mientras chisporroteaba la leña en el fogón y borbollaba en la jarra el té de menta.
“... Un avaro se casó. A los pocos días de la boda su mujer no le tuvo la comida a tiempo. El hombre se enojó mucho; la golpeó con un palo y la descalabró. Se le infectó
la herida a la señora, y su marido tuvo que llevarla a la ciudad, con el médico. En viaje, doctor y medicinas gastó mil pesos.
A pesar de sus dolores la mujer se puso muy contenta:
-Mi marido ya nunca más me golpeará -venía pensando-. No querrá volver a gastar tanto dinero.
Pero cuando llegaron al rancho el hombre se sacó otros mil pesos de la bolsa y los puso dentro de un frasco en el baúl.
-Por si se vuelve a ofrecer que te descalabre otra vez -dijo a su mujer.
Desde entonces ella siempre le tuvo a tiempo la comida...”.
Este cuento lo oí en Potrero de Ábrego mientras chisporroteaba la leña en el fogón y borbollaba en la jarra el té de menta. Pensé que el cuento era misógino y machista, pero el té de menta siguió borbollando en la jarra y la leña siguió chisporroteando en el fogón.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS.
Por AFA.
“... Muy alto el precio del pescado en México...”.
Dicen los observadores
que el precio es tan elevado
que ya no comen pescado
ni los mismos pescadores.