Coatzacoalcos Ver. | 2023-02-15
Desde la semana pasada la consumada periodista de espectáculos Pati Chapoy y la exacadémica Yuridia fueron tema de conversación, la primera por su gordofobia y la segunda por alzar la voz, lo que finalizó en una disculpa obligada de la conductora de Ventaneando hacia la cantante.
Muchos de los que vimos la disculpa de Pati Chapoy coincidimos en que fueron obligadas, pues no tuvo de otra tras el comunicado lanzado por la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim) al condenar las declaraciones de la periodista que criticaban el aspecto físico de la intérprete.
En su momento otra exacadémica también puso un alto a los conductores de Ventaneando: Myriam, a quien de visceral, berrinchuda o caprichosa no bajaban, sin embargo, fue la primera de muchos de los artistas salidos de TV Azteca que alzó la voz y dijo con nombre lo que le hacían: Misoginia.
A esta lista se suman más exacadémicas como Toñita, Wendolee y Jolette, a quienes siempre se les hizo un trato nada decoroso, ya sea por su aspecto, por su franqueza o por su color de piel; pero más allá de La Academia, el programa Ventaneando no sólo criticó el físico de los artistas emanados por ‘La Señal con Valor’, pues recordarán que la cantante Ana Bárbara también confrontó al célebre Daniel Bisogno; lo hizo junto a la gran actriz Irma Serrano.
Soy consciente que en los 15 años que tengo como periodista las formar de hacer periodismo ya no son las mismas, cambiaron, muchos nos tuvimos que subir irremediablemente a la capacitación, pero hay quienes han hecho de la crítica corporal y conductual su estilo noticioso.
Es cierto que el convertirse en una figura pública irremediablemente lleva a cantantes, músicos, actores, comunicadores, políticos, funcionarios y todo tipo de artistas, a estar bajo el lente ciudadano, pero es ahí donde debemos entender que existen límites: sólo estamos facultados para hablar de las acciones en su vida pública, más no de los cuerpos.
Bien lo dijo Yuridia, la gordofobia y el bodyshaming eran el pan nuestro de cada día en la denominada prensa rosa, eran facturas que debían pagarse como una especie de derecho de piso por la fama, les gustara o no a los artistas y sin importar si esto los lastimara emocionalmente.
El esplendor de los foros, las redes sociales y las diversas plataformas digitales, llevaron a los usuarios a externar lo que era un secreto a voces y con ello incidir en las políticas públicas, ejemplo de ello La Ley Olimpia que castiga la violación a la intimidad sexual, es decir, la p0rno venganza o violencia digital.
Sin embargo, no sólo artistas como Michelle Rodríguez han sido objeto de críticas por mostrar con orgullo sus cuerpos, tenemos casos como el de Danna Paola, cuyo somatotipo de cuerpo es diferente, pero ha sido de las primeras en acuñar la frase que le da título a mi columna: No es mi cuerpo, no opino.
Más allá del periodismo, debemos entender que si una persona está pasada de peso o está muy delgada, puede atravesar problemas que les impiden tener un peso estable, ya sean fisiológicos o emocionales, pues el exceso o la falta de peso reflejan fuertes luchas emocionales por las que muchos atravesamos.
No promuevo ni la obesidad ni la vigorexia o trastornos alimenticios, simplemente promuevo el respeto, pues todos en algún momento de la vida hemos sido objeto de críticas por nuestro mucho o poco peso.
Ahora, periodísticamente hablando, me alegro porque la Conavim se haya pronunciado, sin embargo, le reprocho porqué no lo hizo desde los inicios de esta Cuarta Transformación hacia otros periodistas, con cuyos comentarios caen en la misoginia, la violencia psicológica, violencia digital y el machismo.
Ojalá de ahora en adelante así sea no sólo hacia periodistas de espectáculos que denigren la integridad de los artistas, sean mujeres, hombres, así como integrantes de la población LGBTTTIQA+, sino a los periodistas de nota roja y de nota general en sus diversas ramificaciones.
Reconozco que Pati Chapoy sentó dos veces precedentes en el periodismo: el primero con la Ley de Crestomatía, con la que hizo válida la defensa de la libertad de expresión; y la segunda tras el pronunciamiento de la Conavim.
Ojalá como periodistas desaprendamos las malas prácticas que en su momento nos dieron grandes noticias, que sepamos reconocer y asumir que nos equivocamos y que transgredimos; que esto nos obligue a hacer un periodismo de respeto, inclusivo y humano.
También espero que los usuarios hagan efectivo su derecho a ser respetados por nosotros, a ponernos un alto, pues el sólo pronunciamiento del Conavim no basta para meter en cintura a muchos que denigran esta profesión, tanto en lo nacional, lo estatal, lo regional como en mi ciudad: llámese reporteras (os), camarógrafos, fotógrafas (os), conductoras (es), columnistas y editoras (es), pues todos son parte de este ambiente llamado periodismo.
A todos los periodistas, y me incluyo, se nos olvida muchas veces algo fundamental: el respeto, así que no nos apasionemos con la información, entendamos que hay límites que no debemos pasar y que hay formas de informar sin caer en la transgresión.
No es una cuestión solamente de capacitación periodística, sino de empatía y sentido común, por lo que finalizo con estas frases: “si no tienes nada inteligente que decir, no lo digas” y “no es mi cuerpo, no opino”.