Veracruz | 2022-06-08
La reciente gira que el presidente Joe Biden realizó por Corea del Sur y Japón, entre los días 20 y 24 de mayo, para reforzar la cooperación económica y militar de los Estados Unidos con Asia; más allá de lograr su cometido primario, tuvo la virtud de revelar una realidad que en los últimos veinte años ha modelado el imaginario de una de las civilizaciones más añejas y poderosas de la historia.
China, se ha convertido en un estado-nación cuyo singular desarrollo económico y militar la proyectan como una potencia mundial a la cual no se debe tratar de acorralar y mucho menos, por un arrebato coyuntural, confrontar por un conflicto regional; del cual podría salir más fortalecida.
Las declaraciones del presidente Biden realizadas en compañía del primer ministro japonés el pasado 22 de mayo, donde manifestó públicamente su voluntad para defender militarmente la integridad territorial de Taiwán, pueden ser la manifestación de una nueva trayectoria cuyo destino final sea la confrontación armada con Beijing. Una peligrosa trayectoria que el propio Joe Biden decidió propulsar en agosto del año 2021 cuando -durante una entrevista con George Stephanopoulos de ABCNews- se animó a incluir a Taiwán dentro de un pacto de defensa al que solo pertenecen Japón y Corea del Sur.
Una serie de tropiezos, involuntarios o no, con los que el presidente Biden parece estar dando la espalda a un acuerdo político que por más de cuarenta años le ha permitido a Estados Unidos y China fomentar una relación que, sin estar exenta de conflictos, ha servido como plataforma para impulsar el desarrollo económico y social de toda Asia.
"Ambigüedad estratégica”, ha sido la política de entendimiento con la que Washington, Beijing y Taipéi han podido regular sus relaciones desde 1979. Un acuerdo de origen deliberado que se apoya en la “Ley de Relaciones de Taiwán” de 1979, como el instrumento que le ha permitido a los Estados Unidos promover lazos comerciales, culturales y de cooperación en seguridad con la Isla de Taiwán -sin desconocer la autoridad en la región del gobierno chino-. Una política cuya ambigüedad reside en no haber esclarecido si esa cooperación puede involucrar una intervención militar para defender la isla de un ataque continental.
Considerando lo antes expuesto, podríamos arribar rápidamente a la siguiente reflexión: la paulatina confrontación entre Washington y Beijing parece estar delineando los contornos de un horizonte apocalíptico en la región de Asia-Pacífico. Sin embargo, antes de atender toda conclusión arrebatada, será necesario hacer un balance sobre los recursos que pueden ser concluyentes a la hora que los Estados Unidos resuelvan el dilema de batirse en duelo o no con la segunda economía del mundo.
En las líneas subsiguientes abordaremos dos recursos que con amplia disponibilidad para China, y desde la óptica del que suscribe, hacen que toda posible confrontación armada, en el presente, solo proyecte para los Estados Unidos una misión suicida.
Recurso económico.
En el año de 1992 el Partido Comunista de China, a través de la figura de Jiang Zemin, se fijó la meta de lograr superar los estragos residuales de la masacre de Tiananmén (1989). Desequilibrio social, desbordantes niveles de pobreza y una progresiva amenaza a la existencia misma del proyecto comunista lograrían encontrar refugio dentro de un proyecto que Zemin presentó como: “economía socialista de mercado” (en el XIV Congreso del Partido Comunista de China). Una estrategia económica cuya virtud principal, en adelante, sería impulsar la apertura económica de China.
Treinta años después, de ver la luz este plan, China es la segunda economía del mundo. Con un PIB cuatro veces más grande que el de Japón (tercer lugar), China se ostenta como el principal socio comercial de Europa y el sur de Asia, siendo además el más importante proveedor de mercancías para las principales economías del continente Americano. En el año 2020, Brasil y Argentina cubrieron el mayor porcentaje de sus importaciones (25%) con productos originarios de China. Para México y Estados Unidos la relación con el gigante asiático continúa arrojando un saldo deficitario (ambos países compramos más productos a China de lo que esta nos vende). Datos del FMI y BM.
En términos de su poderosa cartera de inversiones, en el año 2020 China ocupó la segunda posición mundial como receptor de Inversión Extranjera Directa (recibiendo 149 mmd); como fuente de origen, de este flujo (IED), registró el primer lugar (desembolsando 133 mmd). Tan solo en el marco de la Nueva Ruta de la Seda se estima que China, desde el año 2013, ha facilitado más de 460 mil millones de dólares a las economías que participan en este proyecto (África y el Sur de Asia principalmente). Datos de UNCTAD y RWR Advisor.
Con un mercado superior a los mil 300 millones de consumidores y una capacidad comercial y financiera que da soporte a las más importantes economías del mundo, China parece haber materializado el sueño económico que delineó Jiang Zemin hace 30 años.
Recurso militar.
China en la actualidad posee la flota naval más grande del mundo. Una plataforma a la que necesariamente tenemos que hacer referencia si consideramos que la única forma para pretender vulnerar su capacidad productiva y militar requiere que se haga uso del océano. Con una fuerza naval de 350 buques de guerra (incluyendo submarinos) China supera en contingentes a una fuerza naval norteamericana de 293 buques. Department of State. (2020). Annual Report to Congress. U.S.Government.
Si bien por su capacidad operativa los Estados Unidos poseen el ejército más poderoso del mundo, resulta oportuno destacar que después de realizar múltiples juegos de guerra, en los que especialistas involucraron al ejército de China, la Unión Americana salió casi siempre derrotada. Lo anterior, de acuerdo a un encuentro entre David Ochmanek y el Senador John McCain realizado en el año 2017.
En el libro titulado “The Kill Chain: Defending America in the Future of High-Tech Warfare”, en donde se hace alusión a este encuentro, el autor Christian Brose valora que las fallas operativas que el ejército norteamericano puede enfrentar en el futuro próximo, responden a su incapacidad para entender y adaptarse ante la avasallante tecnificación del poderío chino.
Para Christian Brose (2020)
todo el modelo del poderío militar americano, hoy en día se encuentra en la misma posición en que Barnes & Noble o Blockbuster Video se encontraban al momento de la aparición de Amazon, Apple y Netflix, una circunstancia que obliga a adoptar la misma opción: cambiar o volverse obsoleto.
Sea por su fuerza militar o producto de su poderío económico, China no se encuentra en la posición de un estado al que se puede acorralar. Querer corregir el comportamiento de Beijing, dando la espalda a un acuerdo que data de más de 40 años, requiere en este momento detentar un poder de disuasión que los Estados Unidos ya no poseen.
La reciente firma del Marco Económico para la Prosperidad del Indo-Pacífico, que incluye a trece países incluyendo a Washington, así como la reunión del Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (Quad), que integra a Estados Unidos, Japón, Australia e India, ha sido el motivo que alentó la gira del presidente Biden por Asia. Un esfuerzo multilateral de carácter estratégico cuya noción preliminar fue propulsar una nueva política de contención que finalmente, al finalizar la gira, no se proyecta lucrativa.
China, guste o no, es un motor de crecimiento imprescindible para aquellas economías que Biden pretende embelesar. Hacer uso de recursos económicos y militares insuficientes para buscar acorralar a Beijing, sea por defender a Taiwán u otra la motivación, puede representar para Washington el inminente encuentro con un gigante que hoy parece estar venciendo a su principal adversario sin haber aún combatido.