Alfredo Jalife (@AlfredoJalife) lanzó una pregunta que parece más profética que provocadora: "¿Se adelantó la batalla presidencial del 2028 entre Newsom y Vance o el ´CALEXIT´ o ambos?" Lo que se vive hoy en California tiene menos de operativo migratorio y más de ensayo electoral.
Los enfrentamientos entre autoridades federales y residentes en Los Ángeles no son hechos aislados. Son el resultado directo de una decisión política: utilizar al estado más poblado del país como campo de batalla ideológica. Con el respaldo de JD Vance, el presidente Trump federalizó la Guardia Nacional sin el consentimiento del gobernador Gavin Newsom, amparándose en el Título 10. La respuesta legal y política no se hizo esperar.
California, bastión demócrata y santuario migrante, representa todo lo que la narrativa trumpista combate: inclusión, diversidad y resistencia local (Deep state). Aquí las leyes locales limitan la cooperación con ICE, y líderes como Newsom y Kamala Harris se oponen abiertamente al discurso de "ley y orden" promovido desde Washington.
Las redadas de ICE en comercios angelinos fueron seguidas por un despliegue militar que desató protestas y bloqueos. Las imágenes de vehículos blindados y trabajadores esposados activaron una oleada de indignación. En las calles y en redes, se enfrentaron las visiones de quienes aplauden el "orden" y quienes denuncian represión.
En este escenario, JD Vance y Gavin Newsom se colocaron como polos opuestos con aspiraciones presidenciales. Vance proyecta liderazgo desde la fuerza; Newsom, desde la defensa del federalismo y los derechos civiles. El estado se convirtió en un tablero electoral adelantado.
Mientras tanto, México observa y reacciona. La presidenta Claudia Sheinbaum ha condenado las redadas y el uso de la fuerza, ha enviado asistencia consular y ha pedido respeto a los derechos de los migrantes mexicanos. Su discurso, prudente pero firme, busca no escalar la tensión con Washington, pero sí marcar límites.
La polarización es evidente. Mientras algunos celebran el control migratorio, otros ven en estas acciones un uso abusivo del poder federal. La pregunta sigue en el aire: ¿vivimos el prólogo de 2028 o el inicio de una fractura más profunda en el país?
Algo se ha roto. Y ese quiebre —jurídico, cultural y político— tendrá consecuencias que impactarán no solo a California, sino al proyecto nacional estadounidense en su conjunto.
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