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Por José Manuel Melo Moya
Columna:

“La migración no debe ser una necesidad”: el dictum de un error colosal de juicio

2022-06-22 | 11:18 a.m.
“La migración no debe ser una necesidad”: el dictum de un error colosal de juicio
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“La migración debería ser una elección voluntaria e informada, y no una necesidad”. Departamento de Estado de los Estados Unidos. (2022). Declaración de los Ángeles sobre Migración.

Estas líneas son parte del preámbulo con el que veinte países del continente americano, encabezados por los Estados Unidos, presentaron el pasado 10 de junio -durante la Cumbre de las Américas- la Declaración de los Ángeles sobre Migración y Protección. Una estrategia continental, no vinculante jurídicamente, con la que se pretende mitigar los efectos y atender las causas de una dinámica migratoria irregular que hoy compromete el bienestar futuro de millones de latinoamericanos.

Si bien, esto ha significado el señalamiento de censura hacia una catástrofe humanitaria que por años ha germinado en el hemisferio norte de nuestro continente, la Declaración de los Ángeles no deja de ser la misma estrategia migratoria, de siempre, cuya visión y lenguaje están rebasados por una realidad muy distante.

La migración, entendida como el desplazamiento humano de un lugar de residencia a otro, es un fenómeno que históricamente ha respondido a una lógica económica en la que siempre se valoran costos y beneficios. Una valoración cuyo eje motriz responde en todo momento a la necesidad que tiene el hombre por garantizar primeramente su bienestar y seguridad.

Inseguridad alimentaria, guerras, persecuciones y deterioro económico son los principales agentes que a lo largo de la historia han catapultado movimientos migratorios acelerados. Sin embargo, hay un incentivo que  ha estado y estará, de forma insustituible, afianzado a toda dinámica migratoria: la necesidad del hombre por querer transitar permanentemente a un estado de mayor bienestar.

Al encontrarnos en la búsqueda permanente por lograr un mayor bienestar, resulta axiomático para el ser humano, entonces, la necesidad de utilizar todos los medios disponibles para alcanzar dicho objetivo. La migración es una alternativa a esta búsqueda por el bienestar, por esta razón toda política asistencial que no vea la movilidad migratoria como una necesidad, estará siempre destinada al fracaso. Migrar, sí es una necesidad.

En este espacio nos daremos a la tarea de reflexionar sobre esta búsqueda del ser humano por incrementar su bienestar, a través de la migración. Seguido, abordaremos el caso de la frontera entre México y Estados Unidos buscando entender por qué la migración irregular podrá algún día, con gran esfuerzo, ser regulada pero jamás suprimida.

Necesidad por emigrar

Ludwig von Mises a través de su “Tratado de Economía” nos puede auxiliar con nuestra primera reflexión. Para Mises, toda acción humana está regulada por leyes que hacen que “el hombre, al actuar, aspire a sustituir un estado menos satisfactorio por otro mejor”. Una satisfacción, puntualiza Mises, que cada individuo pondera de forma individual, ya que “nadie es capaz de dictaminar qué ha de proporcionar mayor bienestar al prójimo” (V. Mises; 2011; p. 18-19)

El hombre actúa, según Mises, por la necesidad de invalidar todo malestar que le impide satisfacer un anhelo personal. Así, cuando un individuo, o conjunto de ellos, se encuentra acorralado por la pobreza, discriminación, guerra o simplemente por el anhelo de alcanzar un mayor bienestar, su necesidad por invalidar ese malestar lo impulsará a actuar.

Si esta acción le exige emigrar, incluso de forma irregular, no significa que el involucrado sea indiferente a los peligros que tiene que afrontar, simplemente y siguiendo un razonamiento de carácter económico, inherente a todo ser humano, valora más el beneficio potencial de emigrar que el alto costo de no hacerlo. De acuerdo con Von Mises “Es erróneo suponer que el deseo de cubrir las necesidades perentorias de la vida o el conservar la salud sea más racional, natural o justificado que el aspirar a otros bienes y satisfacciones” (Ibídem, 24).

Cuando jefes de estado y sociedad en su conjunto, constriñen toda la lógica de la migración a factores de carácter coyuntural -pobreza, desempleo y violencia-, olvidan que el bienestar es una meta cuya valoración es auto impuesta. Una meta que siempre podrá prologarse, mientras exista un causal que conecte a comunidades muy prósperas con otras que no lo son. Una realidad que exploraremos a continuación, aludiendo el caso de la frontera entre México y Estados Unidos.

Migración irregular México-Estados Unidos.

Los flujos migratorios irregulares a través de la frontera que separa a México de los Estados Unidos son el reflejo de una insalvable proximidad geográfica cuya evolución histórica ha hecho que ambas economías integren irremediablemente sus mercados. Una poderosa demanda del factor trabajo (trabajadores no especializados) acoplado con una de las más vigorosas estructuras asistenciales del mundo, han hecho del mercado norteamericano una poderosa fuerza tractora que todos los años seduce a miles de individuos que buscan elevar sus niveles de bienestar.

Recobrando parte de esta pendular y prolongada historia, podemos ubicar  el momento en que esta frontera se transformó en una membrana que estaría destinada a regular el ingreso de mano de obra. Una zona geográfica compartida por ambas naciones que hasta el año de 1929 pudo ser transitada con pocas restricciones. Con la aprobación -ese mismo año- del Acta de Migración, la Unión Americana decretaría que todo futuro ingreso a su territorio, sin los permisos requeridos, representaría un acto ilegal. Estados Unidos, el mismo año que iniciaba su más profunda recesión, lograba instaurar una política de contención migratoria que, en adelante, agudizaría su rigidez en cada periodo de contracción económica.

Si bien durante los años 1943 y 1964 miles de trabajadores mexicanos cubrieron formalmente plazas laborales dentro la Unión Americana  -producto de la expansión monetaria que impulsó Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial-, sería la persistente demanda de mano de obra irregular, en el último cuarto del siglo pasado, lo que decretaría una dinámica económica binacional que se ha prolongado hasta nuestros días.

Para Tony Payan (2016)

(En Estados Unidos) pocos se detienen a pensar que los trabajadores indocumentados a menudo mantienen en equilibrio los salarios, contribuyendo a controlar la inflación ya que el precio de los bienes y servicios (que consumen los norteamericanos) se mantienen relativamente bajos (gracias al salario del trabajador irregular).

El éxodo hacia el hemisferio norte de nuestro continente se ha convertido, indiscutiblemente, en aquella vía donde cada vez más individuos hipotecan su propia existencia en espera de incrementar sus niveles de bienestar. El comportamiento de los ciclos económicos de la mayor economía del mundo, el odio, la violencia y el hambre son tan solo el agente multiplicador de un movimiento humano que jamás perecerá.

Este mes, la CEPAL publicó un diagnóstico sobre el estado que guarda la economía de América Latina y el Caribe, en el contexto de la guerra en Ucrania. Con más de 86 millones de latinoamericanos cuya seguridad alimentaria está en riesgo; un incremento en los precios de los alimentos que ha sido superior a la inflación general; una proyección de más de 28 millones de desempleados al cierre de este año (OIT), América Latina se verá en la necesidad inmediata de afrontar, con mucho ingenio, a este infalible multiplicador.

La migración hacia el norte de nuestro continente es producto de una necesidad constante por incrementar nuestro bienestar. Buscar transformarla en una decisión voluntaria e informada, es querer posicionar a la naturaleza humana en un mundo donde los recursos no solo son infinitos sino completamente sustituibles. Un hecho, que siempre representará el dictum de un error colosal de juicio.

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