Se llama Guadalupe Nazaria, pero nadie sabe dar razón de ese nombre, porque todos la conocen como Lupita ‘la naranjera’ de la esquina de la Catedral de Veracruz.
Nunca menciona apellidos ni familiares y no hay seguridad de que se apellide así.
Podría ser de la ciudad de Veracruz o de cualquier otro lugar, y si tiene acta de nacimiento nadie lo sabe.
Desde hace mucho tiempo se le ve por las mañanas en la banqueta de la avenida Independencia y lo que sería la esquina de Lerdo, afuera de la Catedral de Veracruz.
Cuando los marimberos tocan alguna pieza chunchaquera, Lupita no lo piensa dos veces y en la banqueta de Independencia, junto al carrito del mandado en el que carga las naranjas y utensilios para venderlas por mitades y con chile en polvo, la naranjera se convierte en la estrella del Zócalo de Veracruz y desde el café de enfrente los parroquianos la animan con aplausos para que no se detenga.
Y ella no se detiene.
Pero es a su ritmo y cuando ella quiere.
No le conocen familia, origen, no suele hablar de sí misma y se entretiene observando a las ardillas y los pichos que merodean entre los árboles del Zócalo de Veracruz.
Asegura comprar cada naranja entre uno y dos pesos, y venderlas en tres pesos.
Y aunque le digan que debería venderlas al menos en 5 pesos, se rehúsa a subir el precio.
No habla de grandes pretensiones.
Y es austera. Va y viene a pie desde su domicilio en la calle 4 y Echeven en la colonia 21 de Abril.
Y nunca se queja.
Hace un año, precisamente en enero se vio muy grave por un problema por el que estuvo a punto de que le amputaran las piernas.
Y la libró!!!
Con ayuda del Movimiento Renovador Democrático recibió atención médica el año pasado y ahí sigue en el Zócalo de Veracruz.
En ese momento se tuvo conocimiento de una familiar.
A Lupita no parece preocuparle mucho el estar sola, y como no habla de sí misma es difícil saber qué necesita.
Y tampoco le gusta estirar la mano para pedir caridad!!!
Asegura que con sus naranjas y la ayuda de Dios sale adelante a sus 72 años, o los que tenga.
Porque muchos dicen que desde hace años no pasa de 72.
No tiene intenciones de irse de su zona y está dispuesta a seguir vendiendo.
No pide limosna aunque personas jóvenes que sí lo hacen le recomienden que siga el ‘ejemplo’ de ellos.
¿“Por qué voy a pedir limosna? Si no me gusta. Yo quiero seguir vendiendo y trabajando”, señala, mientras su vista se pierde en las copas de los árboles, en el Zócalo de Veracruz.
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